VIVIENDO ENTRE EL MIEDO
He pensado


innumerables veces, en cómo iniciar este relato, reconozco que me gustaría hacerlo de una manera diferente, algo menos rígido.

Sin embargo, debo admitir, que, a pesar de mis grandes esfuerzos, por buscar los elementos, no hay otra manera de hacerlo, dada la naturaleza del tema.

Simplemente, me queda resignarme y pensar, ¿cuántas personas se han levantado en la mitad, de una noche cualquiera, envueltos en un sudor frio, con una sensación de aturdimiento u hormigueo por todo el cuerpo, que los inmoviliza y les impide levantarse?

Cuánto más se digan a sí mismos - ¡lo absurdo qué es! -  Están ahí, absortos en medio de esa oscuridad; llenos de sensaciones, sentimientos de gran temor a todo, aunque a nada específico.

Al día siguiente, sienten ese agotamiento físico, acompañado de vergüenza, e intentan convencerse, de que aquello que lo provocó, a lo mejor fue un sueño muy perturbador, aunque saben que no.

Conservando la esperanza, de que no volverá a suceder.

Daré otros ejemplos, para explicarme mejor.

Enfoquémonos, en una persona de cualquier género, clase económica, cultura, que vive su día cotidiano y normal.

Ha estudiado o preparado de forma exhaustiva y concienzuda, ya sea un examen importante, una entrevista de trabajo o la presentación de un proyecto.

Momentos antes del suceso, sufre un bloqueo, un olvido imperdonable, recuerda escasamente su nombre y algunos eventos banales.

En algunos casos, puede experimentar, un mareo incesante, temblores, nauseas, dolores abdominales, aumento de la frecuencia cardiaca, sensación de ahogo o asfixia, palidez, urgencia de micción o vértigo.

Sensaciones que pueden desencadenar comportamientos distintos:

•          Puede decidir no asistir a su evento, a causa de que los síntomas son tan difíciles de manejar, que le resulta imposible salir de casa.

•          Podría especular, que no logrará controlarse y decidir por su propia voluntad, retirarse lo más pronto posible del lugar.

•          Deliberar, que la situación le es tan difícil de asimilar, que simplemente se desmaye frente a todos.

Podremos agregar adicionalmente:

•          En primera instancia, indudablemente es posible, ya que les ha ocurrido a varias personas.

•          En segundo lugar, es importante destacar que hasta un 9,3% de la población general, puede presentar una crisis aislada a lo largo de su vida, ya sea motivada o no.

La pregunta es:

-           ¿una crisis de qué?

Simple, de algo llamado “ataque de pánico”

Esas crisis, surgen especialmente en personas cuya edad, está comprendida entre los 20 y 40 años; pero eso no significa, que antes o después de esa edad, no se manifieste.

 Además, existen marcadas diferencias, entre un problema de ansiedad, una crisis de pánico o un trastorno de pánico, a lo que otros llaman neurosis de angustia. (pp. 13 – 15)

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Durante los tres meses siguientes, se mostraba hipersensible, distraída, ausente y angustiada.

En ocasiones, no asistía por días; y evitaba hablar de sí misma, no comprendía absolutamente nada, para explicarlo; y menos a los demás, entre ellos, percibía que se estaba volviendo loca.

A sus amigos, ya no les contestaba el teléfono, a los más cercanos los evitaba; y por más que insistían en persuadirla, para hablar del asunto, cada vez era más difícil.

Los alejaba de su vida, a menos que quisieran hablar de trabajo.

En la mayoría del tiempo, se reflejaba pálida, intranquila, cansada; pero principalmente alterada.

Evitaba salir con sus amigos, como lo hacía de costumbre, a excepción de aquella vez, que, por presión de su jefe, insistió, en que todos armonizaran.

Primero, creyeron que no iba a llegar, como ya era habitual.

De repente apareció, se tomó un par de bebidas; y logró sentirse relajada, lo cual le ayudó, esa noche a salir libre de preguntas.

Al parecer, se le notaba feliz; pero evasiva, todos creyeron, que había vuelto a la normalidad.

Los tres meses sucesivos, ella salía con mucha frecuencia, a un bar con sus compañeros.

En ocasiones, no se quedaba todo el tiempo o desaparecía, porque se iba sin avisar, se consideraba que ella estaba en calma, excepto por sus amigos, que la notaban muy cambiada.

Tanto en el ámbito laboral, como personal, era como si quisiera compartir, con los que no eran sinceros.

Rechazaba a todos, los que le expresaran sentimientos de afecto, que sabía de antemano eran genuinos, así se lo llegase a inspirar.

No podía demostrarlo, muy por el contrario, desenvolvía con naturalidad su sensualidad; y encantos, en lo que no implicara nada, ya que no tenía que representar apegos necesarios.

Por momentos, le llegaban pensamientos totalmente absurdos, en todas las circunstancias, en casa como en la oficina.

No eran repetitivos sino fugaces, como si hubiera o no realizado algo que ya había hecho, estaba con esa duda y zozobra.

Para sus colegas, eran olvidos momentáneos, o, distracciones, situaciones, que le hacían sentir incómoda. (pp. 77 – 78)