UNA CARTA
No tardamos mucho en saber


que su desmayo era un síntoma, producido por un cáncer, para ser más específicos, un serio tumor.

No era uno cualquiera, era uno muy agresivo; y, siempre con una sonrisa, me expresó, - qué todo estaría bien -

Pasó muchos meses, en radioterapia; y, ¿no sé cuántas cosas más?

Cuando parecía que saldría de ello, bastaba verle.

Su imagen corporal, no era ni la mitad de lo que siempre fue; agotada, hiperdelgada, sin cabello, con los labios completamente quemados. Ni hablar de las secuelas, que le había dejado el o los tratamientos.

Cuando regresó, supongo disimulaba, puesto que sonriendo; me señaló nuevamente – todo está bien -. 

Una semana después, de que celebrábamos en casa, su recuperación de la radioterapia.

Empeoró físicamente, no pasaron sino unas semanas, cuando perdió su capacidad de hablar.

En conclusión, fue la primera vez, que escuché esa palabra – Metástasis -.

Había hecho – metástasis - por todo su cuerpo.

Lo demás, es punzante de describir.

Quien quiere ver sufrir a alguien, de la forma en que le tocó, a una joven de menos de 30 años, con tantos proyectos de vida y con familia.

Aunque, siempre intentaba sonreír, para evitar la angustia, que supongo, reflejábamos en nuestros rostros.

En cada visita que le hacía, se notaba, cuanto se esforzaba, aun cuando, ya no podía pronunciar una sola palabra.

Yo en mi ignorancia, intentaba hacerle sonreír, con mis tonterías. Ella atentamente, me escuchaba.

Si hubiera entendido, la magnitud del asunto, aunque, tenía edad suficiente para hacerlo, en mi ingenuidad o estupidez, esperaba sin dudar un milagro.

No recuerdo, la cantidad de promesas, que le hice al de arriba, para pedir que se recuperara.

Creo que, si lo hubiera aceptado, desde el principio, le habría dicho, cuanto significaba, cuán importante fueron sus consejos, entre muchas cosas, que hizo por mí.

A los días, no resistió; y, murió.  (pp. 31 – 32)

---

En la medida, en cómo me reconciliaba con la misma; y principalmente, conmigo. Comprobaba, cuanto logró representar.

Aunque viví lleno de intenciones, por no destruir su amistad, ni el acto de la misma, evidenciaba, una omisión notoria.

Mis acciones fueron más fuertes; porque finalmente, no expresaron más que eso.

Como enuncié desde el comienzo, no es un esfuerzo para precisar conforme, no tuve un propósito en ese entonces para hacerlo; y ahora, frente a lo expuesto, tampoco.

En muchas ocasiones, no aclaré situaciones o malos entendidos, a causa de que concebía que ella, sabría exactamente lo que ocurría; y, sí dudaba, podría preguntar sin ningún problema. Lo cual no hizo.

En lo que tiene que ver con ella, no hay nada más… 

Excepto, lo poco que se dice, no existe manera para ubicarla, ni rastro alguno.

Quiero creer que cada minuto, lo disfrutó, como siempre lo quiso.

Pretendí, emprender en oportunidades, uno de esos análisis, que indican ser inclementes, para establecer ¿cuál era la indiscutible concordancia?

Era incuestionable, existían elementos; como la confianza e intimidad.

Por un lado, nos preocupábamos, por el bienestar del otro. Nos alegrábamos, por las experiencias positivas de cada uno.

Coexistía, la necesidad de amparo, en los contextos requeridos; la comunicación y lenguaje, tenían una resolución particular, de lo que debidamente se dispone.

Todo siempre estuvo acompañado de un gran compromiso; ya que, estuvo la pretensión, de preservar esa familiaridad.

Únicamente, que mi arrogancia a creer, que todo estaba bajo control o mantenerlo así; en definitiva, me apartó. Podría describir más variables.

Pero, como ven, esa etapa en la que los reproches, eran continuos, día tras día; por fin concluyó, hace mucho tiempo.

Quizás, ahora sí, sea la edad.

A causa de que, aunque sé, que el avanzar, nos enseña a aprender de nuestros errores, eso no es, lo que nos hace crecer como personas.

Muchos podemos reconocerlos, pocos creen tener el valor para afrontarlos; y, muy escasos, los que encuentran dentro del mismo, un significado en ello, distinto a las circunstancias. 

La edad al parecer, quiere indicar, que hemos vivido una cantidad de situaciones; pero, muchos lo usan a su favor, para no respetar a los demás.

No creo que todos, seamos buenas personas o por lo menos tan buenas; quien no tiene sus defectos, a eso me refiero con bondadoso; o por lo menos, en mi caso lo he repetido en varias ocasiones.

En eso estoy seguro; pero, también, que no haya una fibra mínima en nuestro ser, que no nos permita apreciar a alguien; y, que esa palabra, tenga distintas dimensiones. (pp. 131 – 134)