EN MEDIO DE LOS SILENCIOS: ENTRE LA AFONÍA Y DISFONÍA
Es difícil poder concebir el tiempo


como un componente, que es riguroso y estructurado des-de el caos. Por cuanto solemos pensar, que el yo, existe en directa proporción con el tiempo; y que éste se muestra, como una sombra, que se refleja constantemente.

Aun pudiendo comprender, las flechas y las fronteras, que pueden estar marcadas, dentro de la mirada reflexiva, que va con el tiempo; eso ciertamente, fundamenta la preexistencia, de que, en particular, se suele percibir el tiempo, como un todo. 

En este aspecto, el tiempo, está constituido como una verdad, que se puede percibir; y lograr aun con sus imprecisiones.

En la medida que, es imposible captar en apariencia; todo lo que puede anteceder, el tiempo en sí.

En vista que, aunque el tiempo suele ser el mismo, y manejarse dentro de su estructura, el efecto psicológico suele ser subjetivo, de aquí que sea percibido, como en mayor o menor magnitud, dependiendo de la interrelación consigo y los otros.

Un ejemplo directo, que creo referí en páginas anteriores, es cuando en la interacción, se comparte 30 minutos, tres grupos iguales de dos personas: una, en la que se conocen y se agradan; otra, en la que no hay sino contradicciones; y otra, en la que hay un desconocimiento. 

Para todos, aunque el tiempo, está determinado cronológicamente, por la misma cantidad de minutos, la percepción, que cada uno de los grupos va a tener, es completamente diferente.

Es igual al tiempo en solitario, constituyéndolo en diferentes actividades: uno, en completa soledad; otro, en actividad física; y el tercero, en alguna actividad funcional, dependiendo de la interpretación que tenga, de lo que ese proceso alcanza para sí, puede ser aparentemente, en percepción más corto; y para otros, una tortura.

Solemos visualizar el tiempo, como inexpresivo, posiblemente técnico; y como un elemento adherido, a lo que atañe en su interacción; y comprensión de significados.

Es por eso, que el tiempo, no lo podemos concebir, desde el encanto de la física, para poder introducirle, dentro de las ambigüedades, que se suelen presenciar con la noción filosófica; sin embargo, igualmente, no podemos desconocerle; desde que en sí, es más certero en significado.

Considerando que, el tiempo puede ser concebido, como un elemento intangible, claramente diferenciado u abstracto, ese que es guiado, por la espontaneidad, que transita en la cotidianidad; y como una fenomenología de tiempos.

Esos que estamos acostumbrados, a describir como: pasado, presente y futuro.  (pp. 199 – 201)

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Funcional o no, el lenguaje y el silencio, siguen su travesía, esa que encierra muchos significados, que no pueden alejarse, ni tan siquiera del ser y la cultura.

Partiendo de eso, es que hay que recurrir, en esas disyuntivas o consonantes, que subrayan estas constantes, que de una u otra manera, encaminan al silencio, dentro de la comunicación; y por ende, con el final de este capítulo del ¿por qué de la sinfonía?

Es muy probable, que el silencio como acción, al igual que el lenguaje; marque a través de sus distintos aprendizajes; y a su vez, con sus componentes, esos completamente emocionales, que conlleven a las afectaciones pertinentes, dependiendo de lo que trascienda, en contexto para el ser consigo y con relación a los otros.

Desde luego, el silencio no ha dejado de estar presente, incluso en las palabras, que no suelen adherirse al contenido; por ese motivo, el mismo en su significación, se aleja o acerca a los caracteres, que se encierran, dentro de la continuidad de espacio – tiempo.

Es sorprendente, cruzarse con un elemento tan elocuente, aunque, a pesar de su ausencia de palabras, incorpora en el sistema, todas las funciones, que en cierto momento, precisan todo lo que encierra y se deriva del mismo.

Es por eso, que el silencio, como estructura dentro de la comunicación, no dejará de expresar, todo lo que en sí, encierra para sí; y para los otros.

Porque por sí mismo, no dejará de construir, a través de la experiencia en contexto – situación, esa red semántica, que envuelve de forma secreta y discreta, eso que quiere manifestar, en la dirección equivalente.

Naturalmente, el silencio vincula y desvincula, todo lo que en perspectiva, quiere incidir, demostrando que nada, queda al azar con él.

Dado que, como signo y su contradicción, solo va en concordancia con el significado, que le corresponde en esa comunicación, entre el hablante (no hablante) y el oyente.

El silencio, es provisto de una serie de reacciones; que jamás dejará de parecer, un elemento escueto e inocuo; con ello, por sí mismo, especifica la relación ideacional, que involucra a cada cual, con cada quien.

Así  sea consigo mismo, ese mismo llamado, que busca demostrar que su referencia, no solo está percibido, para el terreno de la poesía, un elemento, que suele variar en estructura.

Sino que a su vez, el silencio, puede estar entre líneas literarias, resaltando todo, lo que quiere indicar, para esa persona en particular. 

Comprendiendo, que en ese proceso sociolingüistico, hay una interpretación correspondiente, en el cual enmarca esos términos, en los cuales se han de corresponder.

El silencio, también puede estar, dentro de ese componente psicológico, ese donde el potencial de significado, está en todas esas macro estructuras, que no deja de resaltar, lo profundo de su esquema, con sus pertinentes criterios.

Es así, que no podemos esquivar, lo que concierne; y es lo que expresa como sinfonía; en tanto que,  en su composición, es un elemento en el cual, muchas o algunas voces, expresan para sí, aquellas afectaciones, que no dejarán de persistir, por ser pronunciadas, aun cuando, sea un silencio.

Es por eso, que el silencio, es ese escudo que protege, ampara y resguarda, las más acentuadas emociones, esas que solo desean, ser insondables o decodificadas,  por unos cuantos, que considera debe dirigir, en su cotidianidad.  (pp. 301 – 303)